CRÍTICA DE BLUES DEL HOMBRE SOLO

 

                                                                                                Por :STELLA MARIS PONCE


Un libro de poemas "Blues del hombre solo", que Norberto Lischinsky firmó con el seudónimo de Ionatan Barzel podría ser otro fragmento para avanzar en esta reconstrucción, en la historia de un hombre que, tal vez, sintiéndose solo en la lucha cotidiana elige ser anónimo, o ser otro, con otro nombre para decir con el tono de un blues en qué consiste la vida, la muerte, el placer de las pequeñas cosas, la nostalgia del barrio y los amigos, el dolor que trae el amor y su pérdida. 

Un libro que me llega a través de un ejemplar ajado, amarillento, con la tapa deteriorada, hoy prácticamente inhallable y en el que predominan los grises, los claroscuros, los contrastes de luces y sombras, en curiosa concordancia entre su contenido y el diseño exterior y de algunas ilustraciones interiores. Una metáfora en sí mismo de la propuesta poética que incluye.

Austeridad de estilo y especial cuidado en no develar nada más allá de lo que la palabra poética misma nos devela. Una plaquette de quince páginas que bien podrían ser leídas como una íntima confesión del autor. Un puñado de poemas para dar testimonio de su intensa vida interior en la cual advertimos una exaltación vital unida por momentos a una entrañable apuesta al optimismo y otras a la resignación frente a los avatares que la vida impone. Versos que muestran una lírica intimista, que bordea la primera persona pero acude a la segunda y a un yo colectivo en vistas de elevar a modo de plegaria un sentimiento común a todos los humanos. En este sentido puede advertirse una actitud romántica y hasta whitmaniana en ciertas líneas: " Sucede que algunas mañanas/ aparezco en el zaguán/ hermanado con la vida/ y al llegar hasta la esquina/ viejo cana o dos colimbas/ soy hermano de millones/ más millones de melenas/ latitudes ciegas, paralelos mudos/ como si en la tierra/ fuéramos sólo uno…" (fragmento del poema Tomás Moro viejo nomás) Características que condicen con la época en que fue escrito, durante la adolescencia o temprana juventud del autor en Concordia.

La poesía como reflexión, como herramienta para comprender el mundo y comprender la propia existencia, para hermanarse con el prójimo y juntos sentir que la experiencia del vivir es la verdadera causa común, el único objetivo, tan democrático como el dolor o la muerte. Es frecuente el uso de vocativos, en ese afán de hacer un llamado colectivo a la introspección, como sucede en el poema Fin de invierno: "…Hermanos, cuánto los comprendo/ desde mi cuarto vacío/ desde mis sábanas frías/ desde mi miedo." O una intención didáctica que apunta a despertar la conciencia, filosofar sobre el destino, buscar las causas profundas del hacer de cada uno, a través de una vehemente exhortación a la segunda persona, como se evidencia en el largo poema Oda pedagoga: "No te niegues a la vida./ Sufre los julios, canta los viernes./ Vive en la panza peluda de tu gato/ en los afónicos colores del estadio/ en el pelo rubio de tu cachorro./ Palpa las paredes, escucha a los hombres…" (fragmento)

Con lenguaje coloquial cada poema propone una viñeta, un fresco cotidiano, una crónica doméstica y sentida de los días vividos y los por venir. Y algo de misterio que circunda el libro como la vida de Lischinsky: escasos datos, no hay fecha de la publicación, sólo se menciona que es primera edición, impreso y editado por La Semana Publicaciones Ltda., copyright Ionatán Barzel, grabados de Mirta Rajnerman, montaje gráfico: Samuel Salazar Pino. Aunque hay referencias también de otra edición, de ediciones Circa, de 1980. Blues del hombre solo. Poesías. Un pequeño y misterioso libro que se nos ofrece como una llave para entrar a la historia de Norberto Lischinsky, a su propio blues.

Y en este sentido, ya en el primer poema del libro, "Abdicando", encontramos en la reiteración de un verso, que es a la vez un verbo, la síntesis de su postulado poético y a la vez una declaración de principios que da unidad y coherencia al poemario. "Renuncio", dice Lischinsky en ese poema citado. "Renuncio/ pronto y desgarrado/ cuando aún tus manos/ calientan las mías/ palma con palma/ cuando beso con beso/ me pierdo en el charco de tus ojos/ verde de vida/ marrón de tormenta." Y uno lee entre líneas que esa renuncia va más allá de la experiencia amorosa que subyace, va más allá del dolor de dejar de ser uno en el otro; la renuncia aquí nos plantea también la imposibilidad de todo poeta de dar un verdadero testimonio de lo vivido, la renuncia a disponer sólo de las palabras para decir tanto o casi todo. Y más adelante agrega: "Renuncio. / Demasiada furia/ para mi mano tranquila/ demasiado ardor/ demasiada risa./ Exceso de lava junta/ para un pobre escriba/ agricultor del papel/ recolector de cita." Para concluir el poema con la resignación de quien, aún reconociéndose incapaz o torpe frente al lenguaje reincide conmovido porque no encuentra otra forma más que esa para seguir andando: "Tengo verbos casi claros/ y dolores semi-oscuros/ verbos y dolores separados/ que al nacer, nacieron juntos./ Aquí nos separamos./ Sigue buscando/ el hastío de fuego./ Si las lunas te convencen/ que ese río es vano, tonto, feo/ vuelve a mi cauce tranquilo/ a mi patio de espigas/ a mi dolor, a mi huerto."