Cuando en días por venir
alguna noche de amigos
suelten en la mesa del café
que yo a los veinte robé
que yo a los veinte soñaba
que veinte era el estudio
que veinte la minita
veinte el corazón de campo
los tumultos de la piel
mi librito, aquella pieza.
Cuando cierren los ojos
y respiren el viejo humo
caminen la noche mojada
y a los veinte en la calzada
de pronto la vi a Leonor
(a los veinte mi pasión;
hoy rulero y crema)
veinte ginebra y semen
recontar la palidez del bolsillo
sufrir, morder, ganar, vivir
que los veinte, señor, que los veinte
me pararé y escupiendo lo que hoy no puedo, sabrán que en mis veinte no hubo minas (sino en las letras), que no hubo hambre porque hay ración C, que las calles de lluvia son del mundo de los otros, los calefaccionados. Que yo a mis veinte no los tuve, pasaron solamente, como una cifra más con el proyectil M-544 y los 27.600 kilos del tanque. Que no hay años en las trincheras, que el frío y la nieve son los verdugos de la ternura. Que yo a mis veinte años no los vendí, los rifé, en la lotería tramposa donde la muerte tiene la justa. ¿Qué veinte, señores, qué veinte