ALGO QUE TE CONCIERNE

 

De aquella congregación amable

que ocurrió en Basilea o quizás en Bolonia,

una noche generosa

en rostros, en palabras, en señores insignes

que el acaso juntó por un momento,

todo se ha borrado,

como si las vidas y las circunstancias

y esa misma noche que digo,

no fueran otra cosa

que la trama deshecha de un sueño

fraguado por un dios que nos devora

y que en aire y humo se complace en plasmarnos.

Así, de ese encuentro de sombras corteses,

tan incierto que ya no recuerdo su lugar ni su tiempo,

y cuya condición menguante

es la de todo aquello que se funda en las formas,

en los acuerdos exteriores,

y no en la intensidad que nos construye,

nada me queda, nada sobrevive,

excepto tu pensado rostro.

 

Puesto que de fervor está hecha la sustancia

de cuanto existe, de aquellas vagas horas

en que sin verse se rozaron muchos,

sólo rescato una persona clara,

y así vuelve a ser vívido el momento remoto

que busco y que persigo con palabras:

entre un fulgor de vasos y perdidos

en la sensible música que engendras,

unos mansos fantasmas, acaso sin saberlo,

se estaban despidiendo para siempre.

Bien lo comprendes:  la dispersión propia de un  sueño:

sin embargo, no es todo un callado naufragio

porque la realidad con tu recuerdo empieza.

Se apagaron los hombres y las luces,

pero una luz más firme le dispensa

continuidad al alma retraída

y una fiesta más honda en mí perdura.

Ahora, en la quietud de la alta noche

bebo el café y doy con una página

donde leo que el Amor filosofa,

porque el eros, a diferencia del ignaro,

busca lo que le falta,

sospecha claridades que están lejos

y pide esencialmente la belleza.

 

Dejo el antiguo texto. Es tarde. Me devuelven al mundo

el poder inmediato de la noche

y el viento que en los árboles insiste.

Ya han de andar las abejas sobre jardines jónicos.

El tiempo se remansa bajo la intensa lámpara.

Yo escribo que te quiero.

 

Semejante a una ternura antigua

regresa al habitual carro del alba,

como si fuera el eslabón que salva

la persistencia, el orden de este mundo.

La ciudad duerme bajo la lenta lluvia.

Suena un vago reloj en el piso de arriba.

Vuelvo a mí mismo, a verte.

 

 

(De  su último libro: Siete Poemas -1963