ANTROPOLOGÍAS O LAS VENTAJAS DE VIVIR EN LA PROVINCIA


I

 

La poesía es un estado de refracción que cruza el cielo

como un arco iris después de la tormenta, y el poema un objeto

geométrico como el Gran Vidrio de Marcel Duchamp, pero

¿a quién leérselo antes de someterlo a la prueba del sapo

para saber si está bien engendrado? O mejor dicho, ¿para saber

si no sufre de autodecepciones después de la experiencia?

                   Nadie en particular

es capaz de acompañar a la pareja en sus pesadillas

y los más íntimos, por amor, entienden fácilmente lo que no

está en el poema.  Esta es la primera ventaja de vivir en la provincia.

 

II

 

Me detendría un poco en las teorías del color local

del universo: toda la historia de Yoknapatawpha, Ítaca o Pampa

del Infierno, o en los vuelos diurnos de las siestas en relación

con  los conceptos de energía, pero los discípulos provincianos de                                           

                                                                          [Freud

o de Lacan, seguramente, ya las han analizado,

                        además, por supuesto, el recuerdo inventado

no se hace solamente con ideas.

            Las otras ventajas provisorias, como el baile de las abejas

                                                                              [orientadas

por el sol, el exhibicionismo tropical de los mamones, las hondas

preguntas sin respuestas, el cosmos vital de las palabras,

ya las saben sin trampas mis vecinos.  Por eso aquí, en el interior

de los helechos del sueño que toco con la mano

se oye siempre la secreta invitación del ilustre manchego imaginario:

                      “Pasa raro Inventor, pasa adelante”.