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Nota correspondiente a la publicación del día Miércoles de 1 de Octubre de 2008

CULTURA

“Es un trabajo muy duro ser poeta”, dijo Arnaldo Calveyra


Buceador de palabras inmunes al paso del tiempo, el entrerriano volvió a Buenos Aires ya no como el poeta de culto cuya obra llegaba con cuenta gota desde París, donde vive desde 1961, sino para recibir el reconocimiento que se merece en su propia tierra.

 

Un reconocimiento que el poeta de ojos claros comenzó a palpar en su viaje anterior, coincidiendo con la edición de "Maizal del Gregoriano" y "Diario de Eleusis" (Adriana Hidalgo).

La excusa fue la presentación por el mismo sello de "Poesía reunida", que incluye además de los dos libros de poemas nombrados "Cartas para que la alegría", "Iguana, iguana", "Diario del fumigador de guardia", "El hombre de Luxemburgo", "Apuntes para una reencarnación", "Libro de las mariposas" y el inédito "Estaciones en el día 25 de junio de 1966". 

Calveyra siempre escribió en castellano, y aunque la mayoría de sus libros aparecieron primero en francés, los originales iban en la lengua que aprendió en su pueblo entrerriano, Mansilla, en pleno campo, donde pasó su infancia. 

"El día 25 de junio de 1966, mientras me paseaba (en francés) con amigos a la orilla del lago de Ginebra, alguien que no conocíamos, que apenas vimos, se acercó a nosotros y sin detenerse casi dejó caer la palabra castellana lago", dice la única nota escrita al margen en su poemario inédito, casi como una declaración de principios. 

"Alrededor del otoño/el lago,/ agranda hacia la grieta/ sonda el vertiginoso/el precursor del trébol/aquí se mira/ flecha por dentro/ agua/hacia otra lengua/(viaje)/divinidades chicas....", escribe el poeta. 

-En esta obra la poesía adquiere un ritmo más concentrado ¿esta de acuerdo con esta percepción? 

-Sí es un opus diferente al resto y tengo que respetar eso porque me paso sólo con ’Cartas...’ ("un día los argentinos le van a agradecer por ese libro", le dijo Gelman a mi mujer), lo demás es cursivo, mucho más ortodoxo. No se si se va a volver a producir. 

-Sus libros de poesía han ido apareciendo aquí poco a poco y con este volumen es como tener una idea de conjunto, como divisar un fuera de campo que está siempre presente en su escritura... 

-Sí lo que está ahí pero no se ve, no se dice, esa es la poesía. Pablo Gianera (uno de los editores de "Poesía reunida" junto a Daniel Samoilovich) dijo la otra noche lo mismo en la presentación del libro: que la Humoresca de Schumann tenía tres pentagramas y el del medio no se tocaba, pero ahí estaba todo concentrado como en la poesía. 

-¿Cómo es su trabajo cotidiano? 

-Creo que trabajo siempre, siempre estoy dando vueltas alrededor de mi pieza por si algo pasara, prefiero estar ahí que comiendo con gente, prefiero estar de guardia. Escribo a mano pero después lo paso en una computadora. 

-¿Corrige mucho? 

-A veces no, aunque depende, hay textos que se hicieron y ya estaban más o menos. Siempre hay comas que arreglar. Hubo muchas versiones de que yo no estaba contento nunca... 

-Si no encuentro la palabra, no estoy cómodo. No puede ser un semi encuentro, tiene que ser un encuentro. Una semi verdad no, en poesía no me interesa. A otra cosa, leer el diario. 

-Hay textos que le llevan su tiempo... 

-Sí, "Maizal del gregoriano" comenzó con una nota escrita en la abadía de Solesmes donde había estado después de la muerte de mi madre. Pasaron años y estaba viva esa nota. Ahí salió. Yo lo quiero porque es como muy polifónico, en el fondo escucho los mensajes del campo de Entre Ríos, cuando era chico. De eso no salgo. 

-¿Qué hace para que sus palabras vuelvan al presente todo lo que dicen? 

-Yo no puedo saber en francés cuando una palabra está justa. En castellano solo puedo saber cuando la temperatura de una palabra está dada. Calentarlas, que no sean palabras que uno encuentra en la calle. Aislarlas para que uno pueda leerlas y salir del tiempo. 

-Cuándo escribe de su infancia no aparece la nostalgia... 

No, es presente. Vivo con eso. En cualquier lugar del mundo prendo una luz de noche en una pieza y está Entre Ríos y esta mi casa en el campo, mis lugares más queridos. 

Estuve en Mansilla la semana pasada. Todo al borde, una vez en la vida se puede hacer pero dos no. Fue durísimo. Un muchacho me escribió si yo podía hacer un taller en la escuela de Mansilla, después de pensarlo le dije que sí pero con la intervención de la escuela de campo donde yo había nacido. Mi madre había sido la fundadora, la directora, la persona que me enseñó a leer. 

Las dos escuelas hicieron cada una su homenaje. Pase por el campo a la tarde y después fui para el pueblo. En el campo había gente que conocí... Había una muchacha que yo había visto, pero ya era una viejita. Familias que con el peronismo se fueron a trabajar a las fábricas. Pasaron muchos años. El tiempo tiene su trayectoria propia. 

- ¿Es un ejercicio a tiempo completo esto de ser poeta? 

Es un trabajo muy duro, pero muy duro. No valía la pena ensayar ser poeta -para hablar mal y pronto-, corriendo las calles para encontrar el sustento. Todo esta hecho para que uno se diluya, haga cualquier cosa, hable de bueyes perdidos. Toda la vida está para que el ser personal no exista. Y la gente más querida te lleva a eso. Hay que hacer un esfuerzo contracorriente muy grande.