CARTA A LA TÍA INÉS

Querida tía Inés:

 

Te escribo para decirte que el mes que viene, después de que termine las clases, me voy al campo, a tu casa. Y que si vos no tenés problemas me gustaría pasar todo el verano y hasta si querés me quedo todo el año. Mamá no sabe esto de que me quedaría todo el año allá, pero si vos le decís que te puedo ayudar en muchas cosas y que puedo ir a la escuela que está ahí cerca, no me puede decir que no. Desde que papá y el tío murieron ella se la pasa diciendo que vos estás muy sola y que no podes hacer todo sola allá en el campo. Y aparte que no es un lugar muy seguro, por lo alejado que está del pueblo, no?

Iván y Martín dicen que ni locos se van de acá, y menos a vivir al campo. Yo se que ellos son más grandes y andan bien a caballo y ordeñan y hacen de todo, pero yo puedo aprender rápido y te aseguro que incluso lo haría mejor que ellos todavía. Aparte que a mí sí me gusta el campo.

Yo acá, el único amigo que tengo es Lucas, y ya no tanto, ya no somos tan amigos, por más que el crea que si. Vos lo conociste te acordás? Ese que el padre es camionero, que vive acá a la vuelta de casa y que mamá siempre cuenta que más de una vez lo ha cruzado borracho por ahí. No se ni por qué entonces me mandó a dormir a su casa. Eso es lo que te quería contar, por eso ya me quiero ir si o si a vivir con vos, mas allá de que hace tiempo que lo pienso y siempre te lo dije, desde hace mucho.

Desde que papá no está, yo a veces voy a dormir a la casa de la tía Elsa, pero el sábado pasado ella estaba con visitas y como Iván y Martín se fueron de campamento, y mamá se había ido con las maestras a festejar el fin de año a comer afuera, a mi me mandó a lo de Lucas. Hablé con la madre, me dijo, y dice que te podes quedar cuando quieras y los días que quieras, que ellos tienen una habitación libre y todo. Yo al principio estaba recontento claro, iba a pasar una noche en la casa de mi amigo. Pero ya el sábado a la tarde cuando me llevó mamá y se fue enseguida y me mostraron la pieza en la que iba a dormir… Tendrías que ver esa pieza. Oscura, ni un cuadrito, las paredes todas despintadas y llenas de hongos de humedad, un olor a encierro asqueroso, horrible tía.

La madre de Lucas nos dijo, ustedes vayan a jugar que yo voy a acomodar la habitación de Lucas. Allá nos fuimos entonces con Lucas, a jugar al living a un juego que tiene que ni me acuerdo como se llama. Justo había empezado a llover así que nos tuvimos que quedar adentro. Yo escuchaba que la madre barría la pieza y que corría la cama y la volvía a acomodar. Después la vi que iba con un velador en la mano, ¿vos lees Lucas?, me preguntó al pasar. No, casi nunca leo en la cama le respondí. Después de un rato la volví a ver cuando salía con un platito como con carne reseca y una tacita en las manos. El Bocacha hoy duerme afuera, no te preocupes, le dijo a Lucas medio sonriendo. No te preocupes, lo van a hacer dormir afuera, me decía Lucas a mí después. Nunca me había dicho que tenía un perro. Parece que esa era la pieza del perro, yo ya estaba empezando a enojarme con mamá tía, te podrás imaginar.

Más tarde le pregunté a Lucas por el perro. No tengas miedo, siempre lo atan cuando duerme en el fondo. Y yo no le pregunté porque tuviera miedo, solamente quería saber algo del perro. Pero parece que entonces era bravo enserio, como para que ni me hablara de él. Seguimos con lo nuestro y me olvidé del asunto.

Se acercaba ya la hora de comer cuando apareció la hermana de Lucas. Se paró bien frente mío, bien cerca. ¿Me acompañas a colgar la ropa afuera? Y antes de que yo recorriera los dos o tres metros que me separaban de la puerta al patio, el padre de Lucas, con un vaso de vino en la mano se interpuso. Usted se queda acá adentro a ver si se enferma todavía y tenemos problemas con su familia. Era un tipo desagradable, y encima con un vaso de vino en la mano; yo me acordé al instante de lo que siempre decía mi abuelo, eso de que la casa no es un boliche para andar tomando vino de parado, que si se toma vino se toma en la mesa. Y tenía razón ahora que lo veía al padre de Lucas ahí dando vueltas por la casa con el vaso en la mano. Y vayan a sentarse que ya va a estar la comida. El olor a vino tinto le salía por la piel, lo sentí cuando apenas me tocó el hombro.

La hermana de Lucas se sonrió como burlándose y salió dando un portazo a sus espaldas. Tenía el labio de arriba como cocido, el labio leporino que le llaman. Qué querés que te diga tía, me impresiona un poco, aparte ella usaba eso para burlarse de los otros, sabía que impresionaba y se reía todo el tiempo. Te digo porque yo ya la conocía de antes, de la escuela donde con nadie se lleva bien, no tiene ni una sola amiga.

No se muy bien porqué te cuento todo esto tía, talvez porque quiero que comprendas bien que no la pasé bien esa noche y que por eso fue el detonante que me hace hoy escribirte para decirte que me quiero ir a vivir con vos al campo. Lo que pasa es que mamá no me escucha y dice que exagero, pero ya vas a ver cuando te termine de contar. Por más que me haya ido a buscar enseguida que la llamaron, no se lo voy a perdonar fácilmente, ella tendría que habérmelo dicho antes, porque ella lo sabía.

Cuando terminamos  de comer esa noche, le pedí a Lucas que se venga a dormir conmigo, que armáramos una cama en el piso y que nos quedáramos para hablar un poco antes de dormirnos. Pero él se rió y volvió a salir con lo de que no le tenga miedo al Bocacha y todo eso. Ya me molestaba la cuestión esa del perro, así que lo dejé que hable y que se vaya a su pieza y yo a la mía. Antes de que entrara escuché que me decía no tengas miedo, no puede entrar a la casa porque está todo cerrado, y atrás escuché la risita gangosa de la hermana.

Me estaba por acostar cuando apareció la madre y me dijo que si quería que deje la luz prendida y que con la puerta haga como quiera, que la cierre o que la deje abierta, que me sienta como en mi casa y que descanse. Me dio un beso en la mejilla y salió. Al final, inconcientemente seguro, ella misma cerró la puerta. No me molestaba así que así la dejé y me acosté. Dejé la luz encendida unos minutos y después la apagué. Contrario a lo que todos parecían pensar, me dormí hasta más rápido de lo que yo mismo pensaba.

 

Algo me despertó a la mitad de la noche, un ruido ahí dentro de la pieza. Abrí los ojos, encendí la luz y todo estaba igual, mi pantalón y mis zapatillas en la silla junto a la cama, la puerta abierta… y ahí me di cuenta, que alguien la había abierto, que si bien yo había pensado en dejarla abierta, había sido la madre de Lucas quien la había cerrado. Entonces escuché una respiración como entrecortada y que estaba ahí dentro, y ahí dentro no había otro lugar donde ocultarse que no fuera debajo de la cama. El Bocacha está debajo de la cama pensé, y me enredé los dedos en las sábanas.

Nunca le tuve miedo a los perros, pero tanto que habían hablado… Igual logré  tranquilizarme. No lo escuché más y supuse que se habría dormido, yo también tenía que dormirme. Cuando estiré el brazo para apagar la luz de velador casi me muero del susto tía, una vez a oscuras siento como desde debajo de la cama empujaban hacia arriba justo a la altura de mi espalda. Y no una vez, sino dos y tres y cuatro y cada vez con más fuerza. Yo no atinaba ni a saltar de la cama, con enorme esfuerzo saqué el brazo y prendí la luz, y entonces sentí vi una mano tomándome de la muñeca, una mano horrible con las uñas negras y largas y los dedos con algunos pelos largos. Antes de que pueda gritar para llamar a alguien, el Bocacha asomó su cabeza y todo el cuerpo desnudo y lleno de pelos, no era un perro tía, era el hermano mayor de Lucas, flaco desnudo y con la lengua babeándole la pera… yo casi no podía respirar tía y no atinaba a nada, se me metió en la cama diciendo que era suya. Recién entonces grité y salté de la cama y corrí en cuatro patas hasta la pared. El Bocacha pobre se reía. El padre de Lucas entró completamente borracho gritando y lo sacó a los tirones y dándole cachetadas y le gritaba que por qué había entrado, ¡por qué entraste si sabes que está el amigo de Lucas, por qué entraste engendro malhecho!! Y le pegaba tan fuerte tía…

Enseguida la madre de Lucas llamó a mamá. Lucas lloraba también en su habitación y la hermana se reía tomando una taza de leche en la cocina mientras esperábamos que llegue mamá. Del patio ya casi no se escuchaba nada, cada tanto un golpe seco, y una cadena que se arrastraba en las piedras.

 

No le cuentes a mamá tía, ella después me dijo que sí, que el hermano de Lucas era retardadito, pero que no era malo, que no tenía que tenerle miedo ni hacer el escándalo que había hecho. Un beso tía, ella está por llegar de trabajar. Nos vemos pronto.

 

 

De: Ratón Blanco (Colisión Libros. Buenos Aires. 2009)